Por Noelia García
El pasado domingo 26 de febrero fallecía, a los 75 años de edad, el religioso amigoniano Fr. Javier Díaz Mazparrote, perteneciente a nuestra comunidad del Hogar Saltillo de Portugalete (Vizcaya).
Nacido el 26 de octubre de 1947 en Pitillas (Navarra), Fr. Javier hacía su primera profesión el 15 de agosto de 1965 en Sierra (Albacete) y recibía sus votos perpetuos ese mismo día de 1971 en Almería. El 16 de marzo de 1973 recibiría en Zaragoza los Ministerios de Lectorado y Acolitado, aunque no llegaría a ordenarse sacerdote.
Sus primeros años como religioso los pasó en el Seminario Mayor Internacional San Hermenegildo de Dos Hermanas (Sevilla), donde realizó sus estudios filosóficos y donde permaneció dos años hasta que fue destinado al Reformatorio del Sagrado Corazón de Madrid para hacer allí las prácticas pedagógicas, que continuaría un año más tarde en la Casa Tutelar del Buen Pastor de Zaragoza.
En 1969 regresaba a San Hermenegildo para hacer allí sus estudios teológicos. En 1970 fue destinado a la Casa Tutelar Jesús Redentor de Almería. Allí haría sus votos perpetuos antes de regresar de nuevo a Zaragoza, donde permanecería ya más de 12 años compaginando sus estudios teológicos con su labor de educador.
En 1984 volvía de nuevo a Almería, hasta que dos años después era destinado a Barcelona, donde fue educador en la Casa Tutelar Nuestra Señora de la Esperanza. Tras unos meses en la Comunidad Luis Amigó de Castellón, volvería por tercera vez a Dos Hermanas (Sevilla), para ejercer esta vez de administrador del Colegio San Hermenegildo.
Tras siete años allí, siguió ejerciendo el cargo de administrador, pero esta vez ya en el Centro Residencial Zabaloetxe de Loiu (Vizcaya), cargo que volvía a tener desde 2016 hasta la actualidad, aunque desde el 2013 residiera ya en la comunidad del Hogar Saltillo al quedar sin comunidad Zabaloetxe en ese año.
“Distinguido particular y especialmente por ser un sencillo y fiel colaborador de cuantos superiores y directores tuvo durante su trayectoria religiosa, fue un trabajador incansable y calladamente sacrificado, siendo un perfecto escudero para cuantos tuvieron el privilegio de contar con su silenciosa, pero muy pronta y eficaz, colaboración”, lo define el P. Juan Antonio Vives, historiador de la Congregación.
El P. Vives destaca también “la positividad con la que afrontó las situaciones difíciles que se fue encontrando durante su vida y, de forma especial, las que se le plantearon en el ejercicio de su misión educadora”. “Esta cualidad le fue permitiendo con el tiempo saber aconsejar con serenidad y optimismo a cuantos acudieron a él solicitándole ayuda”, concluye.