Campamento urbano en Torrelavega

¿Cómo estoy? Así llegamos y así nos vamos, marcados por una pregunta que unificaría todos nuestros sentimientos cada noche y nos haría ver cada una de las grietas que nos conforman por dentro. Y sí, asusta responderla, pero también sana. Nervios, inquietud, nudos en el estómago, sobredosis de café y aceite con ajo por la mañana. Así empezamos el primer día. Ni que fuera nuestro primer campamento… ¿Qué nos pasaba? Llegábamos tarde, siempre llegábamos cinco minutos después que el resto. Te miran, los miras y respiras hondo en busca de algún rincón donde meterte en el SOAM.

Plaza roja, mesas en la puerta de la iglesia, inscripciones, cientos de camisetas azules y, de repente, largas colas que llegaban hasta la peña bolística. Pero, ¿qué estaba pasando? En un abrir y cerrar de ojos cada uno de nosotros ya formábamos parte de los azules, amarillos, naranjas, rojos y verdes. Sin olvidarnos de los rosas, claro. Todos queríamos huir, pero no podíamos; algo nos decía que venían grandes cosas. ¿Dónde nos habíamos metido? Éramos de preguntas constantes y pocas respuestas. Muchos puntitos azules llenaban la Plaza Roja al ritmo de fireball, madre tierra, el gallo sube y demás. 35 monitores, educadores y voluntarios éramos los encargados de que todo saliera bien durante 10 días. Menuda responsabilidad.

Primera gymkhana, fotos, calles que no conocemos, gente nueva, niños inquietos… demasiados estímulos que controlar. La una, a casa a comer, charlamos con Pablo en la sala mientras esperábamos a que Beli nos preparase la comida. Tic, tac, las tres y media, era hora de volver. Plaza roja, entramos por la calle del café-bar Sinfonía los cinco juntos y nos volvemos a separar cómo un equipo de futbol que entra al campo y cada uno se va a su posición. Nos ponemos en marcha al Patatal, Rubén Quintana, fútbol americano, placajes, camino interminable, pasos de cebra… Vuelta a la Plaza Roja y primer día superado. Reunión de monitores y fin del primer día. ¿Sensaciones? Cinco pollos sin cabeza que se han quedado sin energía. Cena y reunión con Pablo ¿Cómo estoy? Los cinco hablamos y sacamos todo lo que llevamos dentro. Hora de dormir.

Nos despertamos, día de talleres, esta vez no había Plaza Roja sino Plaza Mayor. Llueve no llueve, los niños llegan y corren hacia el taller que más les gusta. Sin darte cuenta, ha pasado toda la mañana en un abrir y cerrar de ojos y ni siquiera has tenido tiempo para charlar con los niños. Llegas a casa, comes y pum, otra vez corres porque llegas tarde. Talleres de nuevo, un poco más pesado que esta mañana y cuando te quieres dar cuenta ya se han ido los niños, reunión y para casa. Otro día más y aun no eres consciente de dónde estás ni cómo estas. Reunión y a dormir.

Viernes de Dobra o eso pensábamos algunos. Lluvia, se cancela y al Pachín. ¿Dónde estaba el tan esperado día del Dobra? La lluvia juega una mala pasada y pabellón. Día distinto y raro, pero empiezas a conversar más con los niños, ya te conocen y algunos se saben tu nombre. El día avanza, la mayoría juega a fútbol, otros hacen pulseras, peluquería, bailes, juegos con balón, cartas… cada uno a lo suyo, pero todos metidos en dinámica. Llega la noche: saco, esterilla y sudadera puesta. El frío juega una mala pasada, noche dura. Nos despiertan los niños porque nosotros no somos capaces. Recoges y a casa.

El finde ha llegado, no puedes más después del día anterior, se nos hace duro pero aun así excursión con los del campo de trabajo al Monasterio de Montehano, donde Luis Amigó dio sus primeros pasos con los jóvenes en la cárcel del Dueso, donde fue ordenado sacerdote. El cansancio no puede con nosotros, misa, visita al monasterio y muchos intentos de sacarnos una foto decente todos juntos. Vuelta a Torre, toca disfrutar del finde con la gente que hemos conocido.

Lunes de vuelta a la realidad. Día de ir en bici a la playa de Suances. Tampoco será para tanto pensamos… una montaña de sucesos, emociones y contratiempos invadieron el día. ¿Repetiríamos? Sin ninguna duda. ¿Frase más repetida? ¡Por la derechaaa! Los niños ya sabían quienes éramos… los valencianos y el madrileño. Te llaman, te paran, te piden ayuda, formas parte de ellos y ellos forman parte de ti. Ya empezábamos a entrar en materia. Se termina el día, las agujetas, el dolor de culo y la sonrisa en la cara están presentes. Reunión y a casa. Misma dinámica, misma pregunta ¿Cómo estoy? Buenas noches.

¿Gymkhana de loca academia de policía? Cogemos el día con ganas, más unión de grupo, cada prueba que pasa los equipos son cada vez más piña. Ves cómo te buscan y te encuentran. Juegan, se divierten y risas muchas risas. Los ves disfrutar y tu disfrutas más aún. Por la tarde, Coco Loco. Se avecina una gran competición en la llama. Todos mezclados, ahora ya no había excusa, ni colores. Ríes, haces trampas, ganas, pierdes, motivas y sobre todo disfrutas. ¿Quién es más niño ahora? En fin, guerra de globos de agua, plaza roja y a casa. Otro día más, misma dinámica nocturna. Estamos bien, estamos mejor que bien y empezamos a notarlo.

Recta final, gymkhana Pokémon, ya da igual el juego, ya da igual lo que tardes en llegar al sitio. Pequeñeces, Avenida España, Plaza del Ayuntamiento… Solo se trata de disfrutar y verlos a ellos sonreír y jugar. Mañana intensa y gratificante todos hemos conseguido formar parte del grupo. A casa a comer. Llegamos tarde de nuevo (cómo no) y Aquafest. ¿Sabéis lo que se avecina no? La mejor tarde de todas. Cuando ves a un grupo de niños correr hacia ti para mojarte ya sabes que has conseguido marcarles de alguna manera. Y así fue, jugamos, reímos, transportamos agua durante horas, carcajadas de felicidad, piel de gallina, gritos de “¡A por ellos!” Y toca recoger, tres millones de litros de agua y noventa mil trozos de globos después es hora de marcharse a casa. Nos secamos o no, y marchamos a la plaza roja para terminar el día mientras conversas con ellos lo bien que se lo han pasado. Reunión empapados y a casa. ¿Cómo estoy? Realmente no somos conscientes de cómo estamos. Bona nit y bon dormir.

Penúltimo día, ¿Humor amarillo? Despierta es hora de darlo todo. Viesca, disfraces, pista americana, barro, sumo, vaquillas, más barro, cole cole que te lesbalas. Mañana enérgica, tarde intensa. ¿Hasta dónde puede llegar el barro? En fin, no vamos a contároslo. Los monitores son niños y los niños son más niños. Día de rebozarse, día de prohibido el no. Todo vale y ellos lo saben. Disfrutan, ríen, te buscan, te manchan, se motivan y te abrazan diciendo “no quiero que se termine”. Saben que esto llega a su fin y no están preparados. Nosotros tampoco. Vuelta a la plaza roja entre conversaciones profundas. Te cuentan sus problemas, ya confían en ti. Algo nos une y no estamos preparados para romperlo. Reunión, cena monitores, tortillas muchas tortillas… y a casa. Hoy no estamos bien, duras palabras y a dormir.

El último día no lo nombramos porque no queríamos que ocurriera. Hinchables, karts, bailes, reír, abrazos, miradas, ajo, arroz con cosas, más abrazos. Firmas y más firmas en las camisetas. Y te das cuenta de que les has marcado de verdad cuando lees sus dedicatorias y el afán que tienen por dejar huella en tu camiseta. Saben qué puede que sea la última vez que nos veamos todos juntos, pero hay que disfrutar el momento y no pensar en lo que vendrá. Vuelta a la plaza roja, danzas, abrazos. “Soy de los rojos, sí soy de los rojos… y tú no y tú no y tú no”. El momento se acerca, la despedida está a la vuelta de la esquina. Te buscan, los buscas, abrazos fuertes, fotos juntos, miradas de complicidad. Los desconocidos ya son más que conocidos. La pancarta finalmente no cae. ¿Será una señal? No se ha puesto fin al campamento por alguna razón. Los ves irse, adiós equipo. Os queremos. Reunión y a continuar.

¿Cómo estoy? Hemos crecido, hemos salido de nuestra zona de confort, hemos compartido y no tenemos ninguna duda de que nunca olvidaremos estos 10 días. Torre atrapa y lo hemos notado 🙂

Lydia Espeleta, Mar Tello, María Cubells, Ignacio Bauset e Íñigo Trueba

Compartir