Por Mª Eugenia Fernández
Como San Francisco y el hermano León, nos fuimos los 5, solo que en coche, a Teruel, para compartir un momento con los Cooperadores de allí y todos los que quisieran asistir. El ambiente fue totalmente familiar, desde la comida que compartimos en un sencillo restaurante con una comida casera bastante buena, hasta ese Café Amigoniano (chocolate con buñuelos) esmeradamente preparado por las cooperadoras de Teruel.
El P. José Mª Simón, superior de la comunidad del Colegio San Nicolás de Bari, nos puso en sintonía franciscana al recordarnos cómo en las cosas sencillas está la esencia de la vida, en ese dar sin esperar y en agradecer siempre lo recibido, que siempre será mas que lo dado. Tal introducción llevó a Maruja, una de las cooperadoras de Teruel, a hablarnos con sencillez y franqueza sobre el paseo de San Francisco con el hermano León, donde este último entendió lo que es la Santa Alegría en el simple ejemplo de aceptar lo que nos viene tal cual y sin cuestionarlo.
También se nos recordó cómo podemos evangelizar sin hablar, solo con saber estar; cómo San Francisco cuando se dio un paseo con uno de sus hermanos en perfecto silencio y solo con aquellos hábitos sencillos, viejos y casi rotos de tanto uso.
Todos nos preguntamos de una u otra forma lo que es la pobreza, aquella verdadera pobreza que lleva implícita la riqueza de entregarse sin medida, de amar hasta morir si hace falta – como Jesús – y que nos hace compartir lo mucho o poco que tengamos sin dejar nada para el día siguiente porque es en ese momento donde hace falta.
Este pequeño y familiar coloquio terminó con la bendición de San Francisco, para luego compartir lo que con tanto esmero y cariño tenían preparado l@s Cooperador@s de Teruel, dando gracias por este espacio rico en vivencias, en abrazos, en alegría de ser la familia que somos y que nos reaviva las ganas del siguiente Café Amigoniano.
“Por encima de todas las gracias y todos los dones del Espíritu Santo, los cuales Cristo concede a los amigos,
está el vencerse a sí mismo y, voluntariamente, por amor, soportar trabajos, injurias, oprobios y desprecios”.
(San Francisco de Asís y la perfecta alegría)