Nuestro trabajo socioeducativo en el País Vasco con los menores no acompañados

Por Noelia García

“Los amigonianos hemos venido desarrollando, desde hace muchos años, la labor de educación y formación de los menores en situación de desprotección acogidos en el Colegio San José Artesano de Loiu, propiedad del Instituto Foral de Asistencia Social (IFAS) de Vizcaya, así como en otros centros adscritos a este Instituto como la antigua Residencia Uribarri y el Hogar Funcional de Santurtzi”, explica Fr. Carlos Sagardoy, toda una institución en el trabajo amigoniano con menores no acompañados.

En la actualidad, la Provincia gestiona dos centros para menores no acompañados: el Centro Residencial Zabaloetxe -el que fuera Colegio San José Artesano hasta el 1 de agosto de 2000- y el Centro Residencial Udaloste -en el mismo lugar en el que estuvo, hasta 1996, la Residencia Uribarri-. Ambos centros están destinados a la acogida, la educación, la formación y la integración de niños y jóvenes entre 12 y 18 años.

“Nuestro trabajo tiene como misión la mejora de la calidad de vida de estos niños y adolescentes en situación de desprotección, mediante la atención asistencial, socioeducativa y preventiva, buscando en todo momento la normalización e integración en su medio”, expone Fabián García, director del Centro Residencial Zabaloetxe.

La intervención educativa en estos centros está basada en proporcionar a estos menores una atención asistencial básica (asistencia sanitaria, necesidades físicas y alojamiento), regularizar su situación legal y sanitaria (permisos de residencia y trabajo) y facilitar su escolarización, el aprendizaje del idioma, la búsqueda de empleo y el apoyo para su emancipación.

“Gracias a la pedagogía amigoniana, conseguimos trabajar con cada menor de manera individual y, a la vez, emplear al propio grupo como entorno de aprendizaje y elemento didáctico de la intervención. Nuestra intervención socioeducativa se caracteriza por ser flexible y gradual, adaptándonos a las necesidades particulares de cada menor, que tiene vivencias y problemáticas diferentes a las del resto”, destaca José Carlos Miguel, director del Centro Residencial Udaloste.

Una metodología pedagógica con la que la Congregación lleva a trabajando desde hace 134 años y gracias a la cual se sentaron, desde el principio, las bases del buen trabajo con los adolescentes y jóvenes extranjeros, como subraya Fr. Carlos Sagardoy: “En todo momento, los responsables y educadores/as de nuestros centros han sido un referente significativo para estos adolescentes y jóvenes, guiándoles y acompañándoles en todos sus procesos de desarrollo y crecimiento personal, maduración e integración en la sociedad”.

“Lo que buscamos es que no solo sientan nuestra presencia física, sino que nos sientan en sus corazones”, enfatiza Fabián García. “De esta manera van ganando en confianza, van comenzando a ser protagonistas a través de una participación en las horas de familia que hacemos con ellos, se sienten escuchados y valorados, sabiendo que son el núcleo de su proceso de desarrollo personal hacia la vida adulta y autónoma”.

José Carlos Miguel también hace especial hincapié en ese equilibrio entre afecto y exigencia en el trabajo con ellos: “Con ello logramos que mejoren progresivamente su autoestima, comprendan su situación y las consecuencias de sus comportamientos, confieran su confianza al equipo educativo, interioricen las rutinas y normas de convivencia y redirijan ellos mismos su proceso de desarrollo según las capacidades, carencias o circunstancias personales de cada uno”.

Aunque con diversas procedencias, la mayoría de los niños y jóvenes de ambos centros proceden de la zona del Magreb, aunque también han llegado a nuestro país desde Argelia, Gambia, Mali, Guinea Conakri o Costa de Marfil. Todos ellos teniendo que sufrir durísimas travesías en pateras, debajo de un autobús o escondidos entre la carga de un camión, para perseguir aquí sus sueños. 

 “Pese al bajo nivel de estudios con el que llegan y a su necesidad de aprender el idioma, por lo general tienen un buen rendimiento en los centros de iniciación profesional y, en ocasiones, con serias opciones de conseguir empleo. Esto hace que empiecen a ver que los sueños se hacen realidad, que el esfuerzo vale la pena y que, con su trabajo, alcanzan otra de sus metas, que es ayudar a la familia que dejaron en sus países de origen”, añade Fabián García.

Los chicos permanecen en los centros hasta su mayoría de edad, aunque algunos de ellos pasan antes a pisos semiautónomos cuando han alcanzado ya un grado adecuado de madurez y autonomía. “Nadie debe quedarse en la calle al cumplir la mayoría de edad, por lo que pasan a una vivienda de alquiler o a un programa de emancipación”, incide Fr. Carlos Sagardoy.

Durante sus años de estancia en Zabaloexte y Udaloste, “el trabajo de todo el equipo educativo es ofrecerles alternativas y herramientas para lograr desenvolverse de forma satisfactoria como adultos. Y nosotros, como sus referentes, con nuestra presencia y acompañamiento durante todo el proceso, les ayudamos y contribuimos a que alcancen progresivamente estos logros”, concluye José Carlos Miguel.

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