La fraternidad franciscana como un don del Espíritu

A finales del mes de junio los juniores franciscanos de España solíamos tener una fecha señalada: el encuentro de profesos y profesas temporales de la familia franciscana de España. Y este año, por fin, nos hemos podido volver a encontrar del 27 de junio al 3 de julio.

Estuvimos 32 formandos, algunos que ya nos conocíamos y otros que nos encontramos allí por primera vez, en la casa de los Capuchinos del Cristo del Pardo, muy cercano a la ciudad de Madrid, donde se pueden ver unas preciosas vistas de su skyline y de las zonas verdes y protegidas que lo rodean. Nos reunimos las siguientes congregaciones: Terciarios Capuchinos, Terciarias Capuchinas, Terciarias Franciscanas del Rebaño de María, Franciscanas Hijas de la Misericordia, Hermanas Hospitalarias de Jesús Nazareno-Franciscanas, Clarisas, Hermanos Menores Conventuales, Hermanas Franciscanas Misioneras de la Natividad de Nuestra Señora y Hermanos Menores; invitadas por la Comisión Interfranciscana de Formación.

Los días se estructuraban con una pequeña oración de la mañana, buscando el compartir las diferentes formas de orar de los diferentes carismas de la familia franciscana, luego teníamos una charla formativa y, por la tarde, trabajábamos en grupo los escritos de San Francisco y Santa Clara. Por la noche, siempre había algunos grupos de hermanos y hermanas que se dedicaban a dinamizar ya sea con bailes, películas o charlando entre nosotros.

Los primeros tres días los dedicamos a compartirlos con el hermano José Luis Parada, de la Orden Franciscana Menor y profesor en Murcia, quien nos habló de los tres momentos o pilares de la fundación de la Fraternidad de Francisco. Primero, el ejemplo de vida de Francisco fue visible para el hermano Bernardo; segundo, cuando Bernardo quiere imitarle y quiere compartir con él; tercero, cuando ya llegan a ser hasta cuatro compañeros y el Evangelio, que abren hasta tres veces, para que su misión sea obra del Espíritu, y es ahí cuando se les vuelve a enviar de dos en dos y sin nada propio para única y exclusivamente predicar el Evangelio con su estilo de vida y con su manera de ser.

José Luis Parada nos insistió que hay que estar atento a los pequeños detalles, que no son tanto las grandes acciones, sino la vida sencilla y la delicada expresión de nuestro amor a los hermanos a través del día a día. Además, dejó claro que las personas necesitan tener amigos, ya sean hermanos, que sean amigos, o amigos de fuera de la comunidad, pero se debe evitar que esas relaciones sean exclusivas o solo de una persona.

El cuarto día vinieron las hermanas clarisas de Ávila: Eloísa González Benito y María Antonia Sánchez, presentándose ni como teólogas, ni como maestras, ni como doctoras, sino simplemente como hermanas. De ahí que su charla sobre santa Clara fuese desde ese punto, no como fundadora o abadesa, sino como una hermana entre hermanas, que trata evitar la palabra abadesa en sus escritos pues es guía, la que acompaña, cuida a las hermanas. Además, las decisiones no eran de ella sino de toda la fraternidad.

Destacar la acogida de nuestros hermanos de la casa del Cristo del Pardo, que fue magnífica. Disfrutamos muchísimo, compartiendo las misas con el pueblo y dando expresión de nuestra alegría franciscana, de nuestra fraternidad franciscana. Que, incluso en la discusión, se encuentra la unión, el ser capaces de escucharnos de compartir y de querer estar juntos en un mismo camino carismático; que nos lleva, no solo a esa alegría graciosa que se ve de manera externa, sino a una alegría profunda, la de decir “y el Señor me dio hermanos”, no como penitencia, sino como el punto indispensable para que nuestra vida en Cristo sea completa.

Fr. David Fuentes Malagón

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