Camino Sinodal Amigoniano: Haciendo posible una paz imposible

Más de 200 personas, religiosos y laicos de la familia amigoniana, que conviven en los cuatro continentes, han participado el pasado viernes 10 de junio en un encuentro digital con el propósito de dar continuidad a la preparación para el camino sinodal amigoniano y los capítulos provinciales. Organizado por la Curia General, el tema presentado fue “Haciendo posible una paz imposible”, a cargo de Carlos Ávila Pizzuto, quien ejerce como psicólogo, terapeuta, especialista en desarrollo del potencial humano y maestro en resolución pacífica de conflictos.

El padre Jens Anno Müllger, vicario general y moderador del encuentro, expuso la bienvenida y preámbulo de la sesión telemática desde Filipinas (se encontraba allí en visita pastoral con el padre Frank Gerardo Pérez Alvarado, superior general, y todo el gobierno de la delegación de Asia). El padre Frank agradeció al ponente por aceptar acompañarnos y poder iluminarnos en este proceso sinodal de discernimiento comunitario pues tenemos mucho que aprender a dialogar y saber escuchar de modo empático, pacífico y fraterno.

Después, el moderador presentó de manera general el currículo del ponente, dando a conocer su experiencia como representante de la escuela de comunicación pacífica no violenta y de gran sabiduría y experiencia; también, su recorrido sobre el camino ya realizado en este tipo de investigaciones, talleres, encuentros y visitas pastorales. Luego se instó a aprovechar este espacio de formación “preparando el terreno”, deseando que fuera un tiempo lleno, fértil y provechoso, y conveniente para todos.

Carlos Ávila inició la ponencia recordando que la historia de la humanidad ha sido una cultura de guerra y una cultura de miedo. Una cultura que ha tenido su cuna en el miedo, en una percepción de peligro y en una sensación de amenaza dedicando su energía a la defensa y la protección. Con una organización muy jerárquica y disciplinada, impositiva y obediente, que resultaba práctica y eficiente. La experiencia actual de convivencia y comunicación nos ha llevado a actuar con precaución frente a lo que decimos, lo que pensamos, lo que sentimos, lo que creemos y lo que somos, quedando mucha de nuestra riqueza sin compartir.

A continuación, nos presentó la cultura de paz y de inclusión. Tras las dos guerras mundiales del siglo pasado y la Declaración Universal de los Derechos del Hombre de las Naciones Unidas, en la cultura de paz ya no se tiene que elegir entre ser (identidad) y pertenecer (pertenencia). Es una cultura que mira el conflicto como un reto: el conflicto es la percepción de que el bienestar está en competencia y mientras que en la cultura de la guerra eliminamos la competencia, en la cultura de la paz buscamos una solución incluyendo. Por eso, se hace necesario mantener la inteligencia muy despierta, encontrando soluciones creativas a cada conflicto.

Seguidamente, el ponente compartió con nosotros las posibilidades que permitirían empezar a construir un mundo en paz. Sin la sensación de peligro entre congéneres, podemos mirar cooperativamente, es decir, mirar el cuidado del medio ambiente como una acción necesaria para toda la humanidad y no como una competencia, y mirar el futuro de nuestra especie como una misión compartida. En definitiva, usar nuestra energía no solo en defender y evitar los peligros de la convivencia, sino prioritariamente en crear y dedicarnos a lo espiritual.

Ahora bien, ¿tenemos que buscar primero la paz y luego el desarrollo o al revés, primero el desarrollo y luego la paz? Se distinguió entre violencia estructural invisible: brechas culturales, económicas, de dignidad y poder; y violencia evidente: malos tratos, burlas, conspiraciones, acoso y exclusión. Ambas se retroalimentan. Es necesario reducir la violencia estructural, pero quizá tienen que suceder la paz y el desarrollo espiritual al mismo tiempo.

Además, el ponente resaltó en decir que la paz no se impone, se precisa la voluntariedad y es necesario hacer la paz sin juzgar al violento. Trabajar por el bienestar y la paz requiere de cooperación y de establecer buenas relaciones humanas y estructuras incluyentes. La violencia no es patología, sino expresión de impotencia. En nuestra reflexión debemos preguntarnos ¿Cómo se formó la impotencia? Sin la participación de todos no se puede construir la paz y la cultura de paz es tan solo un anhelo.

Carlos Ávila finalizó la ponencia manifestando que es necesario crear estructuras de comunicación no violenta, mediante la eficacia en el decir y la eficacia en el escuchar. Siendo real y auténtico, expresando lo que veo, lo que escucho, lo que pasa, lo que siento, pero sin juzgar, sin culpar, sin imponer. Mirando con interés la experiencia del otro, cooperando con generosidad y creando buenos vínculos. En definitiva, creando espacios de paz y de amistad, donde se pueda comunicar honestamente y fluya nuestra compasión, donde podamos crear y sentir un hogar.

Por último, el moderador dio las gracias al ponente por la pacifica formación, luego los participantes escribieron sus comentarios y preguntas en el chat y el ponente fue respondiendo las inquietudes teniendo siempre presente la intención de no perder el rumbo de facilitar la creación de una cultura de paz.

Fr. Carlos Sagardoy Azagra

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