Nuestra experiencia pedagógica en Colombia

Por Enrique Monteagudo y Enriqueta Navío

La aventura dio inicio el 11 de noviembre de 2024, con nuestra primera parada en Bogotá. Allí fuimos recibidos por el P. Arnoldo Acosta, superior provincial, quien, junto al resto de religiosos de la comunidad nos brindó una cálida y memorable acogida. Durante nuestra estancia, hasta el día 17, nos alojamos en la curia de la Provincia San José.

Durante esos días, organizamos conjuntamente varias jornadas de visitas a diferentes instituciones. En un solo día tuvimos la oportunidad de conocer la Oficina de Pastoral para la Niñez y la Familia (OPAN – Internado Junior), el Internado Ciudadela de la Niña y el Colegio Fundación Agrícola San Pedro.

En cada lugar, fuimos guiados por profesionales encargados de mostrarnos sus instalaciones, su metodología de trabajo y resolver nuestras inquietudes. También compartimos momentos significativos con los jóvenes residentes, y lo que más nos impactó fue su capacidad para comprender y comunicar el progreso de sus propios procesos terapéuticos. Esto refleja el excelente trabajo del equipo educativo, a pesar de que la relación entre los educadores y los menores es significativamente más alta que en España.

En Bogotá, también visitamos OPAN y el Club Amigó SUBA, donde participamos en diversos talleres y actividades. Además, intercambiamos proyectos e ideas para fomentar la colaboración entre los países. Conocimos también la Casa de los Novicios (Seminario Luis Amigó), conocida como “La Chaparrita”, cuya atmósfera nos recordó a la de nuestro centro, la Residencia Luis Amigó en Villar del Arzobispo (Valencia).

Finalizada nuestra estancia en Bogotá, continuamos explorando Colombia por nuestra cuenta. Visitamos varias ciudades y participamos en diferentes voluntariados sociales, lo que nos permitió sumergirnos aún más en las prácticas educativas del país.

El 19 de diciembre llegamos a Manizales, donde nos hospedamos en la Ciudadela de los Zagales. Este centro, que alberga entre 200 y 300 jóvenes, nos sorprendió por su capacidad de acogida. Tuvimos la oportunidad de recorrer sus instalaciones, conocer a la mayoría de los jóvenes y compartir momentos significativos con ellos. El padre Norfan y los demás religiosos nos integraron como parte de la familia amigoniana, fortaleciendo nuestra conexión con su comunidad y su cultura.

El día 22 llegamos a Medellín, última etapa de nuestra experiencia en Colombia. Allí conocimos a fray Víctor y a otros miembros de la comunidad. En el centro Carlos Lleras Restrepo vivimos momentos inolvidables, como la celebración de la Nochebuena, donde repartimos regalos junto al equipo educativo y los religiosos, sintiéndonos plenamente parte de la familia. Nos conmovió la calidez y gratitud de los jóvenes, quienes, con gestos sencillos y sinceros, nos hicieron sentir como en casa.

Más allá de las instituciones, numerosos miembros de la familia amigoniana nos acompañaron a descubrir los encantos de cada ciudad y nos transmitieron los valores colombianos. Esto convirtió nuestras semanas allí en una experiencia imborrable, llena de aprendizajes y emociones.

Actualmente, continuamos nuestra aventura en Argentina, con el propósito de seguir conociendo instituciones amigonianas y aprendiendo de su valiosa labor. Guardamos en el corazón cada momento vivido y esperamos, algún día, reencontrarnos con todas las personas que nos brindaron esta oportunidad única.

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