JMJ: La alegría de una experiencia de vida y de fe

Por Fr. Géraud AFIGNONZO y Fr. Thespis DOUSSOH

Hemos tenido la gracia y la oportunidad de participar en esta hermosa experiencia de la Jornada Mundial de la Juventud de Lisboa, que sigue siendo para nosotros una experiencia existencial. El comienzo lo marcó la JMJ amigoniana, que ya dejó una huella imborrable antes de que llegáramos a Lisboa.

Del 25 de julio al 31 de julio nos sumergimos en el conocimiento de la vida amigoniana en España. Dos caminos teníamos que recorrer siguiendo a nuestro P. Fundador, Luis Amigó: el de la vida y el de la fe.

En estos días hemos caminado con nuestro fundador desde su nacimiento hasta su muerte. En nuestro caminar peregrino hemos descubierto el lugar de su nacimiento, su barrio de infancia y el lugar de su muerte y sepultura. Aquí es donde podemos captar el camino de cada uno de nosotros. Este camino encuentra su sentido en el encuentro con la fe. Y este fue para nosotros el segundo camino de la vida de nuestro fundador, que es un hombre que puso su confianza en Dios.

Caminamos del lugar del bautismo al lugar de la muerte en Dios. Este es el camino hacia la madurez en la fe. Por eso visitamos la parroquia del bautismo, el lugar de la primera comunión, el convento donde vivió y escribió las constituciones de sus congregaciones y la diócesis de Segorbe, donde fue obispo. Este camino nos empuja al camino personal de fe, en el que que debemos responder a la llamada de Dios en la cotidianidad de nuestras vidas.

Después de estos días de convivencia amigoniana, el sentimiento de ser hermano del mismo padre trasciende al regionalismo. Ha sido una experiencia de conocimiento mutuo, de descubrimiento y, sobre todo, intercultural. En suma, queda en nuestra memoria la acogida y simpatía de los jóvenes españoles y de otros países con los que hemos compartido estos días.

Nuestro viaje continuó entonces con una nueva aventura en Lisboa, para unirnos a los jóvenes de todo el mundo en torno al papa Francisco para dar testimonio de nuestra fe. Esta nueva aventura sigue siendo una experiencia de fe recordando la imagen de dos personajes bíblicos: Abraham y María.

Abraham y María son nuestros modelos porque nuestra experiencia se parece a la de ellos, hasta el punto de que nos embarcamos en una nueva experiencia con confianza y nuevos descubrimientos y desafíos: usar el metro y los autobuses con mapas, dejarnos guiar por los planos y, sobre todo, ir a buscar el pan de cada día… A veces, teníamos la experiencia de estar perdidos como el niño Jesús. Los diversos encuentros vividos han enriquecido nuestra experiencia como religiosos jóvenes y nos han abierto nuevos horizontes para el trabajo con los jóvenes.

Para finalizar, nuestra experiencia queda marcada por la alegría compartida con todos los amigonianos del mundo y muchos más jóvenes, el descubrimiento de un mundo más abierto a la fraternidad, el aprendizaje y el conocimiento de nuevas maneras de vivir y por un camino de fe coronado por el sentido de identidad y pertenencia al carisma amigoniano.

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