
Por Fr. Lucinio García
Año 1975. El P. Fidenciano González, siendo Superior Provincial de la entonces llamada Provincia de la Inmaculada Concepción, decidió en la reunión del Consejo Provincial de julio enviar “obediencia” a un amigoniano miembro de la comunidad religiosa del Colegio San José Artesano. El nombre del Zagalillo es Lucinio, junior de quinto año de profesión temporal, estudiante de Teología en la Facultad de Teología de la Universidad de Deusto y aprendiz-practicante de educador en el grupo de jóvenes del Colegio San José Artesano.
Recuerdo todavía muy bien lo feliz que me sentí, lo alegre y contento que estaba. Tan feliz estaba, que esa noche no pude reconciliar el sueño; así como suena, ¡no pude pegar un ojo en toda la noche! Me sentía como se siente un niño con zapatos nuevos y recién estrenados, como aquel a quien le ha tocado el gordo de la lotería, o como aquel del Evangelio que encontró el tesoro escondido.
No sabía nada de nada ni de nadie y, tampoco, del “lío” en que me metía; no sabía lo que allá me esperaba, ni cómo todo allí me sucedería. Apenas si sabía dónde estaba Alemania, tampoco una palabra alemana conocía. Eso sí, ánimo, ilusión y entusiasmo no me faltaba, y con confianza me disponía a dejar hogar, casa, familia, patria y todo lo que me pertenecía y me poseía.

A partir de esta fecha, me enteré que no iba sólo; el P. Juan María García me acompañaría, pues también él estaba destinado para Alemania y que haríamos el viaje juntos. Pasaron unos días más y llegó el día tan esperado de la salida a Alemania. Fue el día 17 de septiembre de 1975, como puedo comprobar hoy todavía en mi primer pasaporte, pues en aquel tan lejano año había todavía controles en las fronteras; el primero fue en Irún.
Los cinco primeros años de mi nueva “aventura” en Alemania, hasta 1980, fue un tiempo de inculturación y adaptación a la nueva situación de vida, tiempo de aprendizaje del idioma y tiempo de preparación académica intensiva obteniendo el certificado de educador estatal reconocido, especializado en pedagogía del ocio. Hice el año de prácticas pedagógicas en nuestro Hogar juvenil “Auf dem Hügel”, un barrio en riesgo de marginación social en Endenich/Bonn.
Hasta 1998 fui director de nuestra institución Haus Fohrn en Immendorf (Colonia), un sueño hecho ahora ya realidad, ejerciendo a la vez de educador y catequista con los chicos aquí acogidos y confiados a nuestro cuidado y protección.

De 1999 a 2021 trabajé de educador en el Centro Juvenil de Gelsenkirchen acompañando a niños y jóvenes en su tiempo de ocio, siendo consciente de que la oferta de tiempo libre es más que solo una mera ocupación: es sobre todo ayuda y apoyo en el proceso educativo y formativo. Trabajé también de catequista ofreciéndoles la catequesis “en imagen y texto desde la vida y para la vida”.
Desde 2022 vivo en la Comunidad Luis Amigó de Gladbeck, aprendiendo poco a poco a ser mayor, dando el paso de forma progresiva de la actividad laboral a la actividad de ser. Sigo activo haciendo un voluntariado con personas mayores de la residencia vecina San Alfried, regalándoles mi tiempo, un tiempo que es mi vida y que dedico a contactar con ellos para escuchar a cada uno atenta, consciente y empáticamente; tiempo para hablar y jugar con ellos, tiempo para sacarlos a pasear en silla de ruedas y, si se presta, ir de compras; tiempo para acompañarlos y atenderlos mientras la comida o en otra eventualidad; tiempo para colaborar de lector y repartidor de comunión en las Eucaristías celebradas con ellos; tiempo para embellecer su jardín.
Por otra parte, hago de “abuelo” con los niños del Centro Juvenil de Gelsenkirchen, a los que visito regularmente y acompaño, como antaño, en su tiempo libre: jugando, pintando, viajando con los patines en línea y en bici etc.; regalándoles alegremente mi tiempo.

Por supuesto, colaboro en la propia dinámica “de hacer y de ser” comunidad. Disfruto trabajando en el jardín cultivando plantas y flores en macetas. Hago diariamente mi paseo, preferentemente en la naturaleza. Escucho con gusto música popular alemana y clásica, en general. Uso de vez en cuando la bicicleta y viajo en patines en línea. Me apasiona los documentales de la naturaleza, de civilizaciones antiguas, de arte e historia antigua. Dedico tiempo a la lectura de libros especiales y “críticos” de lectura espiritual. Tengo afición a la fotografía y a cuidar mis contactos por WhatsApp. Participo en actividades de la parroquia haciendo de lector y repartidor de comunión en celebraciones eucarísticas en la iglesia; colaboro en otros eventos de la misma parroquia.
50 años más tarde, todavía guardo el recuerdo del envío y que, por cierto, lo llevo muy dentro de mí. (Lc 2,16). El recuerdo meditativo de tanta alegría y felicidad me ayuda a descubrir, entender y comprender el sentido profundo, el significado y la repercusión que ha tenido y sigue teniendo todavía hoy en mi vida. Si en un momento parecía cifrar las ansias de alegría y felicidad en satisfacer el deseo tan material y simple como puede ser una salida al extranjero, o una aventura por el mundo, con el tiempo he ido descubriendo, que la alegría y auténtica felicidad del envío está no sólo en ser acompañante de viaje, sino participando de la vida de Jesús, siendo como Él y colaborando en su proyecto de vida, actuando como Él, comprometiéndome con Él y como Él a entregarme sin reservas, en servicio amoroso al necesitado de ayuda, reconociendo que en el servicio a los demás está la plenitud de Jesús como ser humano y la mía propia. Esa alegría y felicidad experimentadas en aquel preciso momento del envío, me han ido acompañando a lo largo de vida como fuente de vida: humanizadora, discernidora, comprometedora y divinizadora.