Un encuentro de Adviento para preparar el corazón

Por María Eugenia Fernández Sosa y Desirée Domínguez Luque

Reunidos como hermanos, los Cooperadores Amigonianos nos dispusimos a vivir nuestro Retiro de Adviento el sábado 29 de noviembre en el Seminario San José de Godella (Valencia). Tuvimos en esta ocasión como ponente al P. Enrique Tortajada, religioso amigoniano de la comunidad del Colegio Nuestra Señora de Monte Sión de Torrent (Valencia), quien nos habló de “El Nacimiento de Dios en Mí”.

Para empezar, el padre Enrique nos invitó a abrirnos a la inmensidad de un amor que nos precede. Todo comenzó con una promesa transformadora de las Escrituras, que nos recuerda que Dios nos ha mirado con amor desde siempre: «A los que, de antemano, Dios había conocido los destinó desde un principio a ser como su Hijo para que su Hijo fuera el mayor entre muchos hermanos» (Romanos 8, 29)

Dios se revela y desciende a nuestro corazón

El retiro nos llevó a meditar sobre la diferencia fundamental entre vivir desde la simple religión (el esfuerzo humano por alcanzar a Dios) y vivir desde la revelación (el amor de Dios que desciende hacia nosotros).

El cristianismo es esta revelación: un Dios tan inmenso que decide descender a nuestra realidad, asumir nuestra fragilidad y vulnerabilidad, y compartir nuestra condición hasta el final. La clave está en que Su Palabra es viva y eficaz, y tiene el poder real de realizar lo que dice en nuestra vida.

Una pregunta clave en este encuentro ha sido: ¿Cómo he vivido mi fe? ¿Desde el esfuerzo humano de la Religión o desde la acogida humilde de la Revelación?

También pudimos discernir sobre los siguientes puntos:

  • La eternidad en el ahora: El Adviento es el tiempo precioso en que celebramos el nacimiento del Hijo Eterno de Dios en el tiempo. Esta experiencia es el crecimiento constante del Espíritu Santo en nosotros: el nacimiento vivo del Hijo de Dios en mi propio ser. Comprendimos que la Eternidad no es un futuro lejano, sino la actualidad perenne y permanente de Dios. Y lo más hermoso es que, a través de los Sacramentos, Dios actualiza hoy aquello que es eterno, introduciendo Su Amor infinito en nuestro presente.
  • El secreto de la contemplación (Todo es Don): En este camino, aprendimos que, en la vida del espíritu, no podemos hacer nada para merecerlo, porque todo es un Don, un regalo inmerecido de Dios que nos ama sin medida. La oración encuentra su cumbre en la contemplación, que es un regalo del Cielo. El camino más noble y hermoso es: “Callar, hacer silencio en una actitud de atención amorosa para escuchar y dejar que Dios me transforme a mí”.

El padre nos animó a cultivar este silencio apacible mediante la meditación, manteniendo una “atención general amorosa” fija en una palabra o una frase. En medio tuvimos un cafecito que nos recargó las pilas y despejó nuestros pensamientos y, antes de la comida, estuvimos en la presencia del Señor para interiorizar o meditar el tema del retiro y pedir la gracia al Señor.

Después de la comida fraterna, nos reunimos una vez más para concluir el encuentro con una cita que nos invita a la quietud y a la espera de Su Voz: «Cuando un silencio apacible lo envolvía todo y la noche llegaba a la mitad de su carrera, tu palabra omnipotente se lanzó desde el cielo, desde el trono real» (Sabiduría 18, 14-15)

En el compartir final, experimentamos la dulzura de la respuesta de Dios en nuestros corazones. ¿Qué sucede cuando le damos espacio?

  • Gozo y Dicha, sentirnos profundamente amados.
  • Plenitud, asombro y un profundo agradecimiento.
  • Paz y serenidad que nos dan confianza ante cualquier dificultad.

Este camino solo pide dos cosas esenciales: Fe (aceptar el misterio de Su amor en nuestra vida) y Fidelidad (la respuesta imprescindible y amorosa a Su llamada). Dando gracias a Dios por este encuentro, nos marchamos a casa, dispuestos a preparar esa venida de nuestro Señor.

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