Nuestro fin de semana ayudando en los pueblos de l’Horta

Por Sara, María, Lorena, Palmira, Vanesa, Sara G., Rebeca, David, J. Luis, Leticia, Óscar y Luismi

Todo empieza con la amarga cancelación del Encuentro Nacional de Educadores. En ese momento, porque ya teníamos reservado ese fin de semana del 23 y 24 de noviembre para viajar a Valencia, por las raíces valencianas del P.  Fundador y de la Congregación, o por toda la gente que conoces (o porque es tu país, tu gente, tu casa), que nació una tímida y poco ambiciosa propuesta… ¿y si vamos de todos modos?

Esta pregunta resonó en muchos de nosotros en el Colegio Fundación Santa Rita, y por casualidad o providencia, fuimos encontrándonos y expresando en voz alta una propuesta que ya no era tan tímida y empezaba a coger fuerza.

Desde la Parroquia de Nuestra Señora de Monte-Sión de Torrent, el padre José Vicente Miguel, junto con Ana y Rosa, además de preparar nuestra llegada, nos fueron dando indicaciones de qué llevar y cómo ayudar frente los efectos arrasadores de una DANA que no ha podido dejar indiferente a nadie.

Nos solicitaron productos de limpieza para lavar la ropa, microondas y mobiliario escolar, y desde el cole nos pusimos a ello. Poco tardamos en darnos cuenta que solos no haríamos mucho, y es aquí donde entra en acción la inconmensurable colaboración de Mamen Escribano, Javier F. Galvín y el Colegio Fundación Caldeiro. Gracias a la colaboración de familias, comunidad religiosa y claustro de ambos colegios, fuimos capaces de llevar un camión lleno de mobiliario escolar y tres furgonetas con los productos de limpieza y microondas. Aunque ya se había contribuido con la Provincia a través del Fondo de Solidaridad, la respuesta de nuestras comunidades educativas fue, aun así, extraordinaria.

Y llegado el día, frailes, profesores, monitores y amigos pusimos rumbo a Torrent. El día de antes, profesores, alumnos, familias y Scouts de Caldeiro ayudaron a cargar el camión del cual era propietario y conductor el padre de una compañera nuestra de Santa Rita. ¡Muchas gracias Carlos!

Esa misma mañana el camión llegó al colegio Inmaculado Corazón de María de Valencia, donde el director de Secundaria y Bachiller, Jovi, no dudó en facilitar un espacio para ir repartiendo el material según lo fueran necesitando los colegios afectados. Además, movilizó tropas, y profesores, religiosas y alumnos estaban esperando para echar una mano con la descarga del mismo.

Lo primero que hicimos nada más llegar, fue descargar las tres furgonetas en la parroquia. Cabe decir que, antes de llegar, llevábamos más de una hora pudiendo ver (y oler) las consecuencias de la DANA mientras nos adentrábamos en la Comunidad Valenciana. Las imágenes vistas por la tele se quedaban cortas antes de llegar a Torrent, y aquello no era nada en comparación con lo que veríamos y experimentaríamos al día siguiente…

El sábado 23 por la mañana, el grupo de voluntario nos dividimos. Dos de nosotros fuimos al colegio de Jovi para descargar otra furgoneta más proveniente de Santa Rita con las últimas sillas que no entraron en el camión. Mientras tanto, el resto del grupo se dirigió a Paiporta. Coches completamente destrozados amontonados unos sobre otros, árboles, señales, objetos arrastrados por cada rincón de cada calle, todo sucio, polvoriento, embarrado… bajos y locales destrozados, tanques, uniformes de soldados, colas esperando a recibir algo de comer o ropa que ponerse…gente que lo ha perdido todo… tristeza, silencio, miradas perdidas y cabezas abatidas… Nos encontramos un escenario totalmente desolador más propio de una guerra que de los alegres pueblos valencianos. Impactante, conmovedor… Nos inundó una sensación de pena y dolor por todo aquello que llegaba a nuestro alcance. Nunca imaginamos encontrarnos algo así y menos después de tres semanas del suceso.

Un militar nos recibió al poco de entrar en Paiporta, pidiendo voluntarios para achicar lodo de un garaje. El olor y el calor son indescriptibles, casi cien personas “ahí abajo” con cubos, palas, cepillos… Entre mascarillas y gafas, apenas uno puede apreciar si el que tiene al lado es voluntario o militar. Da igual, en ese momento poco importa a qué te dedicas, sino quién eres y qué puedes hacer.

Tras la limpieza del garaje, y unas cuantas amistades adquiridas, un equipo de la Unidad Militar de Emergencias (UME) nos pidió colaboración para limpiar las calles con ellos. Tal fue el grado de complicidad, que nos intercambiamos los números de teléfono para buscarles al día siguiente y seguir limpiando juntos.

El domingo por la mañana, conscientes de lo que nos podría tocar afrontar, fuimos aún con más ganas que el día anterior. “Hay mucho por hacer, se necesitan manos…” Esa frase, que tanto escuchamos el sábado, ya la teníamos muy metida en nuestro ser. Llegados a Paiporta, llamamos a Antonio, militar de la UME y fuimos en su búsqueda. Cuando por fin les encontramos, estaban solos. Eran cinco y, como nos contaron más tarde, uno se encargaba de abrir o cerrar la manguera desde el camión, otro de llevar la manguera por la calle, otro de abrir alcantarillas y desatrancarlas. Las cuentas no fallan, sólo quedaban dos, uno picaba el barro seco y duro y el otro rastrillaba con el cepillo. Cuando nos vieron aparecer a los doce, su cara cambió por completo. Esa mañana, trabajando codo con codo con la UME, nos dimos cuenta que habíamos servido más de apoyo moral, de comprensión y de empatía con ellos que, en la tarea a realizar como tal, lo que nos hizo ver la importancia de la escucha, de acompañar, de simplemente estar y hacer que el día del otro sea un poquito más llevadero.

Después de vivir la desolación, la resignación, el ánimo, el cabreo, la cooperación, la amistad, la coordinación, la tristeza, la perseverancia, el desánimo, la reestructuración y la esperanza, volvimos a casa con fango hasta el cuello, cuerpos molidos y golpes de realidad incluidos, pero con la satisfacción y gratificación de haber podido aportar nuestro pequeño granito de arena en los lugares o personas más insospechados. Situaciones como esta DANA es donde se manifiesta que la cooperación puede transformar una tragedia en una oportunidad para construir comunidad. Nuestro deseo: que no sean necesarias catástrofes o barbaries para seguir construyendo comunidad, sobre todo donde más lo necesitan.

Antes de concluir, nos gustaría agradecer a la Provincia por el soporte económico; a Rosa y Mamen, directoras de los Colegios Amigó de Madrid, y a sus comunidades educativas, por la movilización e implicación; a Josevi, Ana y Rosa, por la logística en tierra valenciana; a Jovi, por estar pendiente de nosotros a cada momento; a Carlos, Luis y John, por colaborar aportando y conduciendo sus vehículos propios; y, en general, a todos los voluntarios y trabajadores que están en Valencia, por su magnífica e incansable labor.

Desde Madrid, y en nombre de todos, nuestro consuelo y ánimo a todas las familias que se han visto afectadas por esta DANA. Sabed que no estáis solos; nuestras oraciones y acciones están puestas en cada uno de vosotros y vuestros pueblos. Querida Valencia, juntos podremos.

Nos fuimos de Paiporta con la promesa de volver a vernos. Porque, a pesar del día a día, del trabajo, compromisos, cenas de Navidad y cualquier otra excusa… ¡nuestra promesa está para cumplirse! En unos días nos ataviaremos y pondremos rumbo a dejar nuestra huella, de nuevo, allá donde nos necesiten. Y ¡sí!, vamos de todos modos… Hay mucho por hacer, se necesitan manos… ¿te vienes?

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