La pedagogía amigoniana desde 1885 hasta hoy

La Congregación ha publicado el libro “Historia de la Pedagogía Amigoniana”, obra del P. Juan Antonio Vives Aguilella, miembro de nuestra comunidad del Seminario San José-EPLA de Godella (Valencia) e historiador de los amigonianos. La obra ofrece, a lo largo de diez capítulos, un recorrido por las principales obras de la Congregación y de nuestro fundador, el P. Luis Amigó.
Inicia su recorrido en 1885 cuando al padre Luis Amigó, en medio de la mortífera epidemia de cólera de ese año, se le pasó por la mente la idea de fundar a los amigonianos y concluye con la pandemia del coronavirus.
Con esta obra, el P. Juan Antonio Vives quiere reflejar la “vitalidad y creatividad de la pedagogía amigoniana que se renueva constantemente mediante tantas obras repartidas a nivel internacional como la Fundación Amigó, la Universidad Católica Luis Amigó de Colombia o la Oficina de Pastoral para la atención de la Niñez y Familia (OPAN)”.
El libro estudia los acontecimientos pedagógicos “a través de ámbitos de actuación que entrecruzándose en el tiempo permiten un acercamiento más unitario a los distintos y complementarios ambientes en que se ha ido encarnando la pedagogía Amigoniano, poniendo de relieve el pensamiento pedagógico amigoniano y el clásico método terapéutico de la Congregación, que se centra especialmente para ayudar y acompañar a personas marginadas o en peligro de exclusión social, para lograr su reinserción social”, como explica su autor.
Además, recalca que “los variados y múltiples programas y proyectos amigonianos no sólo se aplican en los distintos centros dedicados a atender niños, niñas, adolescentes, jóvenes y sus familias en situación de riesgo o de conflicto con la ley, sino también en comunidades terapéuticas, en actuaciones abiertas en barrios problemáticos y marginales o en la pastoral parroquial y penitenciaria y también el ámbito de actuación para la recuperación de personas con adicciones así como en colegios de Enseñanza reglada y Formación Profesional”.
Así, entre los valores que cita la obra, el autor apunta el “creer ciegamente en la bondad natural de toda persona y, en consecuencia, esperar, aun contra toda esperanza, que ésta –por muy deteriorada que pueda aparecer, en un determinado momento– puede recuperarse, así como partir del principio de que toda persona tiene, como horizonte supremo de su realización personal la felicidad y que, por lo tanto, toda terapia que se aplique, aun en situaciones complicadas, no puede perder de vista el objetivo de la felicidad”.
Asimismo, destaca el “conocer a las personas por “vía del corazón”, intentando empatizar con ellas, educando, para ello, desde la afectuosa cercanía y querer a cada persona en su individualidad y extremar la comprensión, y la compasión con aquellos más desfavorecidos y necesitados de autoestima. Se trata de aplicar, en todo momento, la misericordia evangélica, que debe ser, sin duda, el valor estrella del sentimiento pedagógico amigoniano”.